sábado

El metro de Madrid es cuanto menos un submundo del que mejor no enamorarse ¿No crees?
Durante esta semana me ha tocado utilizarlo con demasiada frecuencia y ha generado un desazón importante ya que saber las direcciones que uno debe tomar haciéndote perder el norte me han desconcertado mucho. Subidas y bajadas, giros inesperados y escaleras interminables han mostrado un Madrid que desconocía.
Supongo que en toda gran ciudad es igual, pero me ha gustado y disgustado como nos comportamos ante este transporte que democratiza nuestro destino.
He sobrevivido estando más cerca de un ser humano que en los últimos 4 años, 5 personas aglutinadas en un metro cuadrado es horrible. He podido sacar del ámbito digital a personas que sigo en Instagram, por supuesto no les he dicho nada, pero ha sido curioso. He descubierto bibliotecas y a muchos lectores, lo que es muy agradable. Pero lo más interesante es que encima de todo esto existe una ciudad de la que es mejor enamorarse. Salir y encontrarte con una personalidad arrebatadora es siempre mejor que caminar entre caminantes con techo cubierto.
Madrid enamora por su Retiro, la casa de Cervantes, sus Mercados, y edificios monumentales, sus museos, por sus churros o por la historia que cada acera enseña. Así que es mejor enamorarse de lo que hay fuera que de lo de dentro. ¡Ups! espera, esto era al contrario. En este caso, no.

Hasta mañana.



Acerca del blog