domingo

Desde que estoy en Madrid voy a correr al Retiro, es lo que tiene vivir a 300 metros del parque. Quien me conoce sabe que no tengo un cuerpo 10 ni que haya destacado en el deporte. Más bien delgadito (cuerpo de 4), algo desproporcionado y con una cabeza apepinada que bien puede parecerse a la de Stewie de Padre de Familia. Para que te hagas una idea, mientras escribo estas letras me estoy comiendo una galleta. Muchas en realidad. No descuido mi alimentación pero me relajo con el estrés. Y aunque sé que es un error, voy a correr para "corregirme".
El tema es que la gente es perfecta y no lo digo por decir, no veo a nadie que corra que se parezca a este mindundi que os escribe. No entiendo que es lo que pasa. Cuerpo musculosos con bíceps imposibles y relajados mientras entrenan, yo muero en cada paso. Sus cuerpos normativos me generan envidia.
Lo interesante de ser una persona normal como yo es que puedes pararte a mirar a los demás sin que se den cuenta, invisible y sin intenciones sexuales (bueno alguna vez disfruto del paisaje). Con este superpoder me gusta mirar cómo se comportan los demás y en estos meses de sudor y kilómetros veo que la gente liga mucho. Tienen ese don de la conversación inicial que dos personas desconocidas deben saltar para luego entablar una conversación de verdad. Desde la distancia de la invisibilidad uno no puede saber siempre qué es lo que dicen pero imagino que como bien me pasó en Nueva York una vez que estaba tomando algo en una mesa, en la fila del baño, dos chicas que llegaron a la vez desde puntos distintos, tras esperar unos cinco minutos, comenzaron a hablar de por qué la fila no avanzaba. - Qué pasa allí dentro, dijo una, la otra entre risas comentó, - Mientras esperamos ¿Nos tomamos un café? Y se sentaron mirando a la puerta, riendo sobre lo divino y lo humano, con un café y compartiendo unas horas con alguien que acababa de conocer. Y eso es maravilloso.

Hasta mañana.

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