sábado

Romper los silencios es una tarea valiente que solo la osadía termina sanando. Tardar en llamar a alguien, tener miedo al vacío, saber quien eres o esperar a que te lo digan son parte de la madurez que a nuestra edad debería estar solucionado pero que por la falta de osadía se enquista en nuestra vida.
Quizá la falta de tratar estos temas hace que cueste comunicarlos, apartar de nuestro día lo que tanto nos cuesta tener nos genera falta de experiencia que es notable cuando una conversación se muestra frente a un café de forma natural.
A veces cuesta vernos, cerramos nuestro propio cerrojo y eso es un gran error. Necesitamos manos amigas para avanzar y que gire nuestro sentido, sino la osadía individual solo es interpretada como un acto de incomprensible locura que jamás llevará a ningún lugar.

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