En aquella época te alisabas el pelo con la plancha, la de la ropa con su incómoda forma y no había día que no te quemaras. Me gustaba mucho como lo contabas. Entre risas y desastres todo era una historia sin fin.
Recuerdo nuestras clases de latín, las de griego, los cafés en el "ponte" y las miles de horas que necesitábamos por la mañana para entender todo lo que nos rodeaba.
Nunca voy a olvidar tu mirada, ni la vida que compartiste conmigo.
Hasta mañana.